En el Concejo Deliberante y no solo en el de Bragado se ven, demasiadas veces, debates que consumen horas en temas cuya solución ni siquiera depende de los concejales. Discutir por discutir puede generar ruido, pero no resuelve los problemas reales de la gente.

Mientras tanto, quedan relegadas cuestiones concretas, totalmente alcanzables desde el ámbito legislativo local, que mejorarían de manera inmediata la calidad de vida de los vecinos. Un ejemplo claro es la accesibilidad: es necesario avanzar en una normativa que obligue a todos los comercios a contar con rampas de acceso para personas con movilidad reducida. No se trata solo de una obra menor, sino de garantizar un derecho básico y de construir una ciudad realmente inclusiva.

Porque inclusión no es usar la “x”, el “les” o decir “chiques”.
Inclusión es que una persona en silla de ruedas pueda entrar a un comercio sin tener que pedir ayuda. Inclusión es que nadie quede afuera por falta de infraestructura, voluntad o decisión política. Es brindar igualdad de oportunidades en la práctica, no solo en el discurso.

La accesibilidad no puede seguir esperando. Es momento de que el Concejo recupere el rumbo y enfoque su trabajo en aquello que realmente puede transformar Bragado. Los vecinos necesitan menos discusiones estériles y más decisiones que hagan la diferencia.