Por: Sombra Informativa

En una democracia madura, discrepar no es enemistad. Quienes pensamos distinto no somos enemigos; somos adversarios, contendientes de ideas que, al menos en teoría, buscan avanzar hacia soluciones mejores. El respeto a la pluralidad de pensamiento fortalece los cimientos del diálogo y enriquece el debate público.

Sin embargo, según Javier Milei…

  1. “Intentar apaciguarla no es una opción… no hay lugar a quienes reclaman consenso, formas y buenos modales”
    En el marco de su estilo confrontativo, Milei sostiene que no hay espacio para el consenso o la diplomacia, al considerarlos una forma de rendición frente a sus adversarios. Afirma que los «buenos modales» serían una bandera blanca ante lo que él llama una izquierda inclemente .
  2. “El que viene con agendas propias y no acata la línea del partido, es expulsado… Roma no paga traidores”
    En diversos discursos, Milei ha subrayado que quienes no se alinean a su visión política no solo quedan fuera de su proyecto, sino que son directamente expulsados. Utiliza la metáfora militar de la falange romana para enfatizar la importancia de la disciplina sobre la individualidad .
  3. “No me sorprende nada que intente callar a todos los que piensan distinto”
    Durante el Foro de Davos, Milei criticó la propuesta de Pedro Sánchez para eliminar el anonimato en redes sociales, calificándola como un intento socialista de silenciar las voces discrepantes. Allí afirmó que su liderazgo se caracteriza por oponerse activamente a cualquier forma de censura ideológica .

Pensar diferente debería incitar a escuchar, debatir con respeto y buscar puntos de encuentro, no a expulsar. En el caso de Milei, su visión política relega a quienes disienten al rol de enemigos ideológicos, no adversarios democráticos. Su discurso bélico —“batalla cultural”, “legión romana”, “expulsión”— refuerza la distinción entre diferencia de ideas y hostilidad personal.

Pero la política no tiene por qué ser guerra. Reconocer al otro como adversario implica sostener un enfrentamiento de ideas sin reducirlo a una lucha existencial. La política constructiva exige tolerar las discrepancias, confrontarlas con argumentos sólidos y construir consenso sin subordinar la libertad individual a la disciplina ideológica.